Laura Pongutá's profile

Sin cargo de conciencia.

Sin cargo de conciencia.
En una habitación ubicada en un primer piso de un apartamento compartido por Luis y dos personas más, iluminada abundantemente por la ventana que da a la entrada de un conjunto en Colina campestre, Sally, una pequeña Cocker de tres años, espera pacientemente en la orilla de la cama de su dueño recostada con la cabeza entre sus patas mirando, por el cristal, con ojos tristes y ansiosos, como casi todas las noches Luis emprende un nuevo viaje y regresa cada madrugada. Viernes 16 de Febrero, ¿a dónde irá esta vez? calle 33 #6-24, su próximo destino, BAUM, la primera vez que Luis va a tocar en este oscuro lugar. Una de las veces que más ansioso y feliz ha estado en toda su vida, 23 años, próximamente 24 (y claro que no va a perder la oportunidad de celebrarlo en grande). Viernes, diez de la mañana, el día anterior había estado firmando el contrato en BAUM y se quedó en la rumba, su único motivo para levantarse era yo, y al encontrarnos lo primero que mencionó fue el desacuerdo de su padre sobre el mundo en el que se movía y su antigua adicción al red Bull.

Un metro con setenta centímetros, jean común y corriente, tenis blancos con azul, saco de lana y bajo este, una camiseta blanca… podría ser cualquier persona, podría ser incluso un abogado, ¿Por qué no? Efectivamente lo es. Derecho en la Tadeo, terminando su tesis sobre la ley de protección animal en Colombia, ¿Por qué?, porque pensó que estudiando derecho podía llegar a ayudar a las personas pero, lamentable o afortunadamente, como se le quiera tomar, se dio cuenta de que podía ayudar mucho más a las personas con la música; no es la primera, ni la segunda, ni la tercera, ni la última vez que me cruzo con alguien que saca adelante un título “por si las moscas”.

Camina con prisa pero con tranquilidad, siempre con su celular en la mano… que el promotor este, que el evento aquello, que las boletas acá, que la fiesta allá, que es la primera vez que toca en BAUM y todos sus conocidos lo van a acompañar, incluida Catalina, su casi novia, como él la llama, con la que estuvo dos años, pero con quien ya no se sentía lo suficientemente libre para su gusto (claramente ella esto no lo sabe). Es un hombre con dos caras, en el sentido más literal de la palabra: usa máscara, disfruta poder ser dos personas diferentes, una a la hora de tocar y otra cuando no. Una máscara completamente inexpresiva, de color plateado con la que únicamente se alcanzan a ver sus ojos, en la mayoría de los casos dilatados por una pepa que se acaba de comer… dos y media ese viernes, para ser exactos, luego de haber llorado de felicidad al haber abierto la fiesta en BAUM -uno de los mejores 30 clubes del mundo- con sus mezclas un poco apresuradas –confiesa - pero por la emoción todo se valía, ¿no? 

Ocho días después, viernes 23 de febrero, inauguración de un nuevo colectivo del que Luis hace parte. Una fiesta en “la terraza” del Club Internacional La Piscina. Él era uno de los organizadores, y claramente decidió permanecer sobrio como sus demás compañeros… hasta que supieron que les había ido mejor de lo esperado. ¿Cuál era el plan? Cuatro personas, un apartamento vacío (el de Luis), cuatro pepas y música a todo volumen, lo que nos da, si hacemos bien las cuentas, una fiesta que empezó el viernes a las cuatro de la tarde y acabó el domingo casi a la misma hora.

Por el momento no encuentro nada que me sorprenda lo suficiente además de los excesos, y no porque no los esperara, sino porque no entiendo cómo lo hace. Sin embargo, siempre es posible encontrar aquello que se esconde detrás de la máscara. Viernes 2 de Marzo, X/OZ Label Nigh en Klan 31 ubicado en la calle 31 con 6ta.

Empieza la odisea ese día a las nueve de la mañana en Modelia. Luis le está enseñando a Alejandro todo lo que sabe. ¿Por qué? porque Alejandro lo escuchó y le gustó lo que hacía, así de simple. La clase termina casi a la una de la tarde y la jornada no va siquiera en la mitad. Es momento de recorrer la ciudad entera en Transmilenio con la misión de hacer llegar sus boletas a quienes quieran asistir al evento en la noche. Intento preguntarle cosas, intento dar lugar a una conversación, pero los constantes mensajes que llegan a su celular y la sordera - que asumo es provocada por todo el tiempo que pasa expuesto al alto volumen en las fiestas-, no son una buena combinación; debo preguntar hasta tres veces y cada cinco recibo una respuesta.

Siempre apresurado pero seguro, de vuelta en Colina luego de hacer de mensajero, entramos a un McDonald’s y se devora una McBacon entera antes de que yo pueda comerme un Nugget, ese es el almuerzo que le va a mantener la pepa que seguramente se comerá más tarde. Una siesta de media hora y a seguir con el deber. 3:30 pm “Tenemos que ir hasta titán a entregar unas boletas, luego a la 46 con 8va a recoger al manager del dj que va a tocar esta noche, luego a Klan 31 a entregar la plata de las boletas, de ahí vamos a recoger a Gotshell (dj que tocaría ese día), lo llevamos a Klan a hacer prueba de sonido, de ahí salimos a una reunión que tengo en L.E.D.E bar, en la 49 con 13 (para coordinar otro evento), de ahí salimos a la 85 a comer con los dj que van a tocar en la noche y a las 8 tenemos que estar en Klan otra vez”… Honestamente, ese día comprendí que el tiempo de verdad es relativo y que a mí el día no me rinde para un carajo; en mi cabeza no cabían todas esas vueltas en tan poco tiempo. Arrancamos.

Sí se puede, lo comprobé.

Cada paso a seguir de la rutina de esa tarde Luis lo completaba orgulloso y triunfante y, así mismo, se lo celebraban sus amigos, a los que le afirmaba que cada uno de estos pasos es un paso más cercano a Europa.

Llegamos finalmente al lugar del evento, ya creía que el corre corre había terminado… Ja, hasta me perdí… Una paticortica de 1.56 cm detrás de un largote de 1.70 cm por un lugar que era desconocido para mí. Finalmente pude dar con él entre la multitud, luego de esperar en una esquina como una niña perdida en un centro comercial, estaba sentado en un sofá… haciendo cuentas. Menos mal esta si era la última vez.

La noche avanzaba, el evento fue un éxito, el lugar estaba lleno y Luis observaba, bailaba un poco y sentía la música que le llenaba la vida; lo único que le arrebató la paz fue un mensaje de su casi novia, que en ese momento pareció importarle bastante… “No quiero saber de ti, quédate en tu fiesta, no quiero nada contigo, adiós.”. Pero llegó su momento de tocar, ni siquiera él lo esperaba, no estaba planeado. 11:30 pm, primera pepa de la noche. 

1:00 am segunda pepa de la noche.

3:00 am, fin del evento; para aquellos que no eran cercanos a los organizadores claro, no podía faltar el after. Pero era necesario que los que no sabían de este se fueran, ya que era en el mismo lugar.

Con el frío insoportable que hace a las tres de la mañana en Bogotá resultamos cinco personas escuchando música en el carro de Luis, esperando a que todos se fueran: éramos tres mujeres y dos hombres, Luis y dos mujeres atrás, yo me encontraba adelante con el amigo gay de las otras dos.
Entre conversaciones y comentarios, mencioné a Luis, miré hacia atrás como esperando respuesta, pero me di cuenta de que ni él, ni la amiga que estaba a su lado nos estaban poniendo atención… ay Catalina casi novia.

A las cuatro de la mañana no quedaban más de 30 personas en el lugar, luego de que hubiera habido tantas que de solo entrar al lugar y quedarse de pie uno se bañaba en sudor. Me fui, mi cuerpo no resiste tanto y mi violín tampoco (ay Catalina casi novia…), creo que era suficiente, tanto de ese día como de Luis, mejor conocido como The Consciousness cuando tiene puesta su máscara.
No sé qué otras cosas sucedieron esa noche, y no sé cuántas cosas sea capaz de alcanzar, lograr y hacer The Consciousness o Luis, o los dos, o ninguno… pero de algo si puedo estar 100% segura y es de que en una habitación ubicada en un primer piso de un apartamento, iluminada abundantemente por la ventana que da a la entrada de un conjunto en Colina campestre, Sally, una pequeña Cocker de tres años, espera pacientemente en la orilla de la cama de su dueño recostada con la cabeza entre sus patas mirando por el cristal, con ojos tristes y ansiosos, como todas las noches y todas las madrugadas.
Sin cargo de conciencia.
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